El Pastor
Homilía: Cuarto Domingo de Pascua 2020
Hechos 2:14ª, 36-41; 1 Pedro2:20b-25; Juan 10:1-10
Rvdsmo. Joseph J. Tyson, Obispo de Yakima
¡La paz sea con ustedes! Hace unos años, cuando servía como párroco en St. Mary of the Valley, recibí un regalo de un amigo. Era una foto de un vaquero montado a caballo con la cara al viento lleno de nieve. Con la cuerda y la pistola colgando del lado de su caballo, el vaquero se muestra a caballo contra el viento con la nieve cayendo sobre él. Curiosamente, su título es “El Pastor”. Parecía un regalo muy apropiado en ese momento. La parroquia era un poco más rural cuando yo estaba aquí y aunque la mayor parte vivía en la ciudad de Monroe, también había feligreses dispersos sobre unas 500 (quinientas) millas cuadradas hasta el Río Skykomish.
Aunque me fui a servir a otras tres parroquias muy compactas en el corazón del centro urbano de Seattle, he llevado esa foto adonde quiera que voy – primero como obispo auxiliar en Seattle y ahora como obispo de Yakima. La foto me recuerda no sólo de los verdaderos pastores que ocasionalmente encontraba mientras servía como párroco, la foto misma habla de los rigores de la vida. El trabajo de los pastores involucra largas horas y climas horribles. La cuerda, la pistola, inclusive la cabeza ladeada del vaquero sugiere constante vigilancia del rebaño.
Esto es, en realidad, lo que San Juan el evangelista registra sobre Jesús. Este décimo capítulo del Evangelio de San Juan comienza con estas palabras de advertencia: “En verdad les digo: quien no entra por la puerta al corral de las ovejas, sino por cualquier otra parte, es un ladrón y un salteador.” Por eso es que – como se indica unas cuantas líneas después en el Evangelio de hoy – Jesús puede decir: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen.” Este no es Jesús el pastor encontrado muchas veces en el arte religioso vestido con una túnica blanca impecable y un manso corderito en sus brazos. No, al igual que el vaquero-pastor, este Jesús tiene sus oídos atentos escuchando protectoramente por el peligro.
Incluso la frase “…y a donde brota agua fresca me conduce…” tomada del Salmo de hoy, el Salmo 23 – algunas de las palabras más queridas de la escritura – se refieren al peligro. Los pastores guían a sus ovejas hacia aguas tranquilas, porque las aguas estrepitosas contienen peligro. El agua rápida mojará la lana de las ovejas, exponiéndolas al peligro de ahogarse.
Como el rebaño de Cristo, los peligros que enfrentamos pueden ser asimismo mortales hoy, especialmente en contexto de COVID-19. Pero con palabras de consuelo, el Papa Francisco nos recordó, “Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.”
Por ojos de fe, podemos ver la mano del Señor “…derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, voluntarios, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos, y educadores, y tanos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación.”
A esta lista de Papa Francisco, podemos notar, los campesinos en las huertas, los trabajadores en los empacadores y fruterías, los rancheros y las muchas personas en la industria agricultura porque sus trabajos son esenciales para nuestras vidas.
Permíteme notar un ejemplo de me propia vida como obispo. Fui al estudio de Radio Cadena, La Voz del Campesino para gravar mensaje por la Semana Santa. Después la grabación, fui a una panadería de un feligrés. Trataba comprar algunos panes dulces. La dueña de la empresa no me permitió pagar. Además, pidió ayuda con el formulario de compromiso en la colecta anual diocesana. Ella no tenía muchos clientes en la panadería por cause de COVID-19, pero quería asistir la Iglesia con su donativo.
¿Estamos dispuestos hacer lo mismo? Una pregunta clave de Papa Francisco por cada uno de nosotros: “¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo, y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos?”
Por nuestras vidas cotidianas como podemos imitar el ejemplo del buen pastor que es atento a los peligros y que nos acompañe por aguas tranquilas. Por nuestras acciones caritativas como podemos decir a lo demás: “No estamos solos.” Si debemos mantener una distancia social. Pero no estamos solos.
En este contexto permíteme agradecer cada uno de ustedes. Gracias por participar en esta misa televisada. Gracias por su animo. Gracias por su compromiso. Gracias por su apoyo financiero a sus parroquias y a la Diócesis de Yakima. Gracias por sus oraciones. Gracias por sus devociones religiosa. Gracias por ser un buen pastor por las ovejas en su familia y sus vecindarios. El Señor, el buen pastor esta con nosotros, aunque estemos en “quebradas oscuras.”
Quiero concluir con las palabras de Salmo 23 como nuestra oración de clausura.
El Señor es me pastor: nada me falta;
En verdes pastos él m hace reposar,
A las aguas de descanso me conduce,
Y reconforta me alma.
por el camino del bueno me dirige,
por amor de su nombre.
Aunque pase por quebradas oscuras,
No temo ningún mal,
Porque tú estas conmigo,
con tu vara y tu bastón
y al verlas voy sin miedo.
La mesa has preparado para mi
con aceites perfumas mi cabeza
y rellenas mi copa.
Irán conmigo la dicha y tu favor
mientras dure mi vida,
mi mansión será la casa del Señor
por largos, largos días.
Arte: “La Vigilia Solitaria,” c. 1913, por William Herbert Dunton / Dominio Público (similar al arte mencionado por el obispo).
Homily – Fourth Sunday of Easter 2020.spa